lunes, 9 de agosto de 2010
Enfoques cooperativos; Hoy: Rescatando un documento pontificio: “El reto de la reforma agraria.”
Por José Yorg, el cooperario.
En el año 1997 desde Roma el Consejo Pontificio de Justicia y Paz emitió el documento denominado PARA UNA MEJOR DISTRIBUCION DE LA TIERRA, El reto de la reforma agraria, documento que a mi criterio constituye una pieza fundamental para el abordaje de tan importante tema en Latinoamérica, pero de manera específica en Paraguay.
“Una actividad agrícola caracterizada por la apropiación indebida y por la concentración de las tierras en latifundios entorpece gravemente el desarrollo económico y social de un país”, afirma en un párrafo el escrito, que pareciera destinado a describir la realidad agobiante paraguaya.
Técnica y científicamente analizado la anterior aseveración, improbablemente se podría intentar tan siquiera en poner en duda esa verdad expuesta desde los campos de la economía, lo social y la política.
Está claro entonces que no se propugna una medida política de la reforma agraria desde una afiebrada posición ideológica, sino desde lo científico, sustentado además, desde lo humano, lo cristiano y lo moral.
Prestemos la debida atención al objetivo que nos señala: “se propone solicitar, a todos los niveles, una fuerte toma de conciencia de los dramáticos problemas humanos, sociales y éticos, que desencadena el fenómeno de la concentración y de la apropiación indebida de la tierra”.
“De frente a situaciones marcadas por tanta e inaceptable injusticia, el Pontificio Consejo Justicia y Paz ha pensado ofrecer este documento para la reflexión y la orientación, haciéndose intérprete de una doble solicitud, aquélla proveniente de los pobres y aquélla proveniente de los pastores: pronunciar, con evangélica franqueza, una palabra sobre las situaciones escandalosas, presentes en casi todos los continentes, respecto a la propiedad y el uso de la tierra”
. El documento presenta de forma sintética:
– una descripción del proceso de concentración de la propiedad de las tierras donde no está distribuida de forma equitativa;
– los principios que deben inspirar las soluciones de este grave problema, según el mensaje bíblico y eclesial;
– la solicitación de una reforma agraria eficaz como condición indispensable para llegar a un futuro de mayor justicia.
Condena del latifundio
La doctrina social de la Iglesia, basándose en el principio de la subordinación de la propiedad privada al destino universal de los bienes, analiza las modalidades de aplicación del derecho de propiedad de la tierra como espacio cultivable y condena el latifundio como intrínsecamente ilegítimo.
Las grandes posesiones rurales están mediocremente cultivadas o reservadas baldías para especular sobre ellas, mientras que se debería incrementar la producción agrícola para responder a la creciente demanda de alimentos de la mayoría de la población, sin tierras o con parcelas demasiado pequeñas.
La enseñanza social de la Iglesia denuncia también las injusticias intolerables provocadas por las formas de apropiación indebida de la tierra por parte de propietarios o empresas nacionales e internacionales, en algunos casos apoyadas por instituciones del Estado, que, pisotean todo derecho adquirido y, a menudo, incluso los títulos legales mismos de posesión del suelo, despojando a los pequeños agricultores y a los pueblos indígenas de sus tierras.
Un apoyo real a la cooperación
En los programas de reforma agraria se debe prestar atención al papel decisivo desempeñado por la cooperación puesto que apoya el despegue y el desarrollo de las empresas agrícolas nacidas de la redistribución de las tierras.
Estas empresas deben enfrentarse, sobre todo en relación al mercado, a problemas complejos. Debido a la multitud de personas que responden a las condiciones de poder aspirar a la asignación de la tierra, en la mayoría de los casos el tamaño de las empresas no permite una utilización rentable de algunas tecnologías, como por ejemplo, las que son necesarias para hacer menos pesado el trabajo en el campo. Es difícil que estas empresas dispongan de los principales factores de producción, de los que a menudo no existe un mercado a nivel local o bien, si lo hay, tiene precios muy altos. Son graves, sobre todo, los problemas que tienen estas empresas para comercializar sus productos.
En la mayoría de los casos la comercialización está bajo el control de pocos comerciantes locales o bien no es factible porque, como ocurre con los nuevos productos, sobre todo si están destinados a ser transformados, no existe una demanda a nivel local.
En este tipo de realidad, el cooperativismo se convierte en un instrumento de solidaridad capaz de ofrecer soluciones eficaces. Bajo diferentes formas —cooperativas de servicios, de abastecimiento, de transformación, de comercialización— la cooperación permite realizar, según las necesidades, una utilización de las máquinas más difundida, una eficaz concentración de la demanda de los factores de producción y de la oferta de productos. Las cooperativas, por lo tanto, se convierten en la fuente de economías de escala y de formas de poder de mercado que conllevan un incremento de la competitividad de las empresas asociadas y que pueden llevar a abrir nuevos mercados para sus productos.
La cooperación es pues un instrumento muy valioso al permitir a las empresas, privadas o cooperativas, nacidas de la reforma, que cambien sus producciones y, de forma particular, al consentir el cultivo de productos de exportación sin que ello conlleve perjuicios para la economía local.
Invito, amigablemente, a leer y asimilar el documento desde el sitio: http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_justpeace_doc_19980112_distribuzione-terra_sp.html
¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!
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