sábado, 28 de noviembre de 2009

Columna: Enfoques cooperativos


Hoy: "El Espíritu que anima al Cooperativismo de estos tiempos"


*Por José Yorg, el cooperario

¿Cuál es, para ubicarnos, el punto medular que abordaremos? El direccionamiento central del pensamiento y acción del Movimiento Cooperativo en el siglo XXI y muy especialmente en Latinoamérica. Anotando de principio a fin que la expresión de búsqueda de un mundo nuevo y mejor fue el espíritu que animó a los Precursores cooperativos al fundar su modesto almacén en 1844 en la vieja Inglaterra manufacturera.

Fijados los puntos de nuestro abordaje en estudio iremos entrelazando nuestro pensamiento sobre ellos y exponiéndolos a la luz de la Doctrina Cooperativa.

El mundo que conocieron los Pioneros Equitativos de Rochdale al crear la primer cooperativa- registrada formalmente con estatutos- en el siglo XIX fue un mundo signado por el comienzo del industrialismo, etapa episódica del capitalismo que todo lo conmovió y consecuentemente estimularon los mejores impulsos humanos en pensadores que de tal modo buscaron las mejores respuestas a las gigantescas calamidades producidas por tal sistema económico social instaurado.

La gran virtud de estos hombres consistió en que conjugaron magníficamente la orientación de las necesidades económicas de cada quien en un proyecto común para resolverlos con el concurso de todos.

Pero las ideas que los animaron procedían de ideales sociales y con ellas juzgaron a la sociedad tal y cual se les presentaban y por la situación de precariedad en la que estaban inmersos en razón de un modelo injusto, sus conclusiones resultaron pesimistas para la vida en armonía en base a la equidad distributiva. Y entonces el camino de la cooperación emergió como la solución, pues destacaban la imperiosa necesidad de construir un mundo con una nueva moral.

Tal era la idea expuesta en el primer Manifiesto en que difundieron los ideales de la verdadera cooperación, destacaban la gran necesidad de construir, lenta pero ininterrumpidamente, un mundo con una nueva moral y un mejor sistema de sociedad, nos narra Goedhart, presidente de la ACI-1921 -1927.

Sigamos con el maestro Goedhart cuando nos ilustra sobre los Pioneros de Rochdale en sus inicios “tenían tras ellos la terrible experiencia de las condiciones de vida y trabajo que habían prevalecido durante y después del periodo de la revolución industrial. Eran conscientes, por experiencia, que los más pobres de los pobres eran esquilmados por los intermediarios quienes les cobraban precios de usurero para entregarles productos adulterados, robarles en el peso y extorsiónalos con los precios a cambio de sus miserables salarios.”

Ahora, bien pudiéramos interrogarnos sobre la realidad actual del mundo en que vivimos bajo los designios del capitalismo global en su destructiva acción depredadora de la naturaleza y de la propia especie humana que enfrenta su momento histórico más peligroso de extinción.

También ahora estamos en condiciones de ubicarnos con toda claridad en la vital importancia que adquiere el cooperativismo como modelo de producción equitativa y ampliamente humana.

El Espíritu que anima al Cooperativismo de estos tiempos es el mismo espíritu que animó a los Pioneros Equitativos de Rochdale allá en la lejana Inglaterra en 1844.

Por ello no temo afirmar que el espíritu de la cooperación siempre ha sido inherente al ser humano y si ha sido alejado de ella es por medio de circunstancias de convivencias donde ha reinado la mezquindad y el egoísmo como método de formación que han desvirtuado esa naturaleza humana cooperativa.

Nada es más aleccionador que estudiar las diversas etapas del desarrollo de la humanidad, empezando por sus primeras organizaciones comunitarias primitivas, la era de esclavitud, pasando luego al feudalismo, para desembocar en el capitalismo y sus ciclos de crisis, y constatar que en todas esas etapas hubo experiencias de mutualidad y cooperación pese al ambiente adverso.

En el continente americano se dieron experiencias de cooperación comunal originarias como las de los Incas, las de los Yanomami en Venezuela o los ejidos en México. En Paraguay la experiencia de los guaranies y el aporte de los Jesuitas dieron formas magnificas que llegan incluso a nuestros días, los añondivepá y el Jopoy, formas colectivas de trabajo rural.

Hoy, el Movimiento Cooperativo enfrenta su reto histórico: constituir la avanzada de construcción de un mundo mejor, para ello, debe despojarse de las nefastas influencias del neoliberalismo que intentan desvirtuarlas, alejándolas del espíritu original que las fundaron, y de tal modo se generó la necesidad de renovación.

Latinoamérica es el lugar geográfico donde se ha gestado esa necesaria afirmación y renovación doctrinaria cooperante y se yergue sólidamente como el Cooperativismo del siglo XXI.

Precisamente, en la ciudad de Guadalajara, México, a fines del mes de setiembre pasado, debatieron dirigentes cooperativos en una reunión cumbre organizada por la Alianza Cooperativa Internacional-Américas- ACI-Américas- bajo la consigna “El modelo cooperativo: respuesta a las crisis mundiales”, incluyó análisis sobre los temas candentes de asuntos tales como los «Paradigmas de desarrollo y nuevo orden económico», «Crecimiento y sostenibilidad» y «Organización cooperativa para el desarrollo económico y social».

Otros aspectos propios de la economía solidaria, como la problemática de género, la participación de la juventud, la educación cooperativa, el financiamiento y los seguros, los servicios públicos o esenciales y la salud, tuvieron su tratamiento nos comentó el presidente de COOPERAR, Sr. Edgardo Form, que concurrió a la Cumbre.

La Cumbre produjo su “Declaración de Guadalajara”, documento de gran valía para el afianzamiento doctrinal y una guía para la gestión institucional y empresarial del cooperativismo, tal lo señalan la parte final: “Las organizaciones cooperativas afiliadas a la ACI-Américas, aprobamos el contenido de esta Declaración y nos comprometemos a ejecutar las acciones necesarias para su cumplimiento”.

En la necesaria orientación que concrete esas aspiraciones en un marco de globalidad, la declaratoria anota que “la humanidad se encuentra en una encrucijada de crisis profunda y de múltiples dimensiones: económica, financiera, social, de valores y principios, cultural y ambiental. Estamos ante un punto de no retorno. El uso indiscriminado e irracional de los recursos energéticos, la búsqueda del lucro a expensas de la naturaleza y las personas, los paradigmas en materia de producción y consumo, los abismos que separan a las naciones más desarrolladas de aquellas que se encuentran en vías de desarrollo y postergadas, constituyen algunos de los signos más graves de la época histórica que atravesamos”.

“Una sociedad equilibrada precisa la existencia de sectores públicos, privados y de un fuerte sector cooperativo, mutualista y otras organizaciones sociales y no gubernamentales”. La Declaración en sus capítulos propositivos enumera los principales compromisos que debe impulsar el cooperativismo, entre ellos: “Promover una mayor integración cooperativa a nivel nacional, regional y continental para lograr una efectiva incidencia económica, social, política y cultural. Desarrollar modelos de intercooperación para generar cadenas productivas y de valor, creación de trabajo y empleo, procesos de desarrollo local, mercados endógenos e impulsar la creación de fondos destinados a inversiones productivas innovadoras. “Impulsar la educación cooperativa como un proceso continuo, secuenciado e integrado en todos los niveles y modalidades del sistema educativo formal”. “Propiciar una nueva arquitectura financiera global evitando las operaciones financieras especulativas”. “Que se diseñen marcos regulatorios y fiscales que respeten la naturaleza cooperativa”.He aquí, sintéticamente expuesto la Declaratoria que deja ver el “Espíritu que anima al Cooperativismo de estos tiempos”.

A modo de epilogo apuntemos que el cooperativismo, al igual que otras formulaciones doctrinales, es susceptible de malformaciones pese a sus valores y principios definidos, puesto que la mentalidad y costumbres mezquinas muy arraigadas en sociedades del “sálvese quien pueda” afectan sobre cada quien, incapacitándoles para sus propias potencialidades humanas.

Son muchas en realidad las amenazas que pesan sobre la cooperación, la falta de conciencia cooperativa, es la más negativa, y ésta-debemos admitirlo-se encuentra enraizada en la mentalidad de muchos dirigentes cooperativos, desfasados, por cierto.

Los que profesamos la génesis del Cooperativismo del siglo XXI deberemos neutralizar la negativa influencia de los pseudos cooperativistas a partir de acciones que concreten las hermosas formulaciones de la “Declaración de Guadalajara”.

Entonces, hablar del Espíritu que anima al Cooperativismo de estos tiempos es hablar del Cooperativismo del siglo XXI.

A esta altura de la exposición, simplemente repetiré lo que ya consigné en otro escrito porque cubre-en mi modesto entender-la síntesis de lo que expresa el titulo del presente artículo:

El cooperativismo del siglo XXI es un cooperativismo liberado de sus márgenes estrechos de ser meramente una herramienta de progreso económico, es más, mucho más que eso, es devolverle al hombre su verdadera dimensión de “homo cooperari”. Lugar donde se extinga la mezquindad del cerebro de los hombres y mujeres y anide la relación equivalente, reciproca y equitativa.

El cooperativismo del siglo XXI tiene que ver con la génesis de la cooperación en unidad perfecta de Doctrina y ciencia: Los valores esenciales en los que se basa son: la construcción colectiva del conocimiento, el trabajo organizado, la autodisciplina y la distribución equitativa de los beneficios, donde lo emancipatorio sea una realidad, entre otros.

El cooperativismo del siglo XXI será-de todos modos- una construcción colectiva en su fundamento, formato y acción.

¡En la fraternidad, un abrazo cooperativo!


*Temática abordada por sugerencia de Redacción ChacoMundo.

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